miércoles, 16 de enero de 2013

01: ¡¡Franco!! (II)

La felicidad son muchas cosas, desde las más trascendentes hasta las más nimias pasando por las que sólo uno adivina (quien la lleva la entiende) y que los demás no comprenden, no porque sean estúpidos sino porque pertenecen al universo interior de cada uno.

El año pasado viví uno de esos momentos de felicidad absoluta el día de mi cumpleaños, 12 de mayo. La Casa Azul -mi “cosa ésa” favorita- vino a Granada en lo que yo interpreté como un clarísimo guiño del karma con bella dedicatoria y preciosa envoltura.
Pueden imaginar cómo me lo pasé ¡ah! un concierto para mí ¡qué regalo! Y cuando llegó Como un fan (se habrán fijado que la he incluido como una de las canciones importantes ahí, a la derecha) fue un instante de absoluto delirio.

(…) Porque cuando tú jugabas yo creía
que lo que hacías era amar.
Y mientras, yo me enamoraba como un fan
de tu voz, de tus amigos, de tu ropa,
y de tu manera de mirar
(…)

La costumbre de mi suegra de enseñarles oraciones a los niños y rezar antes de irse a la cama no es de mi agrado. Pero soy de la opinión que los abuelos deben tener cierta manga y que disfruten cuanto puedan. Total, en cuanto lleguemos a casa ya nos pondremos desfaziendo entuertos. Una noche Mateo me pidió que rezara con él, a lo que yo le respondí que yo no rezo, que yo leo poemas, y que le iba a leer el poema más bonito que se había escrito en español: Caupolicán de Rubén Darío.

Es algo formidable que vio la vieja raza:
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.

Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
desjarretar un toro, o estrangular un león.

Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.

«¡El Toqui, el Toqui!» clama la conmovida casta.
Anduvo, anduvo, anduvo.  La aurora dijo: «Basta»,
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.

Y lo que son las cosas, las oraciones de mi suegra me han llevado a vivir otro de esos momentos de felicidad absoluta, que es cuando les leo el poema a los niños. Momento que se volvió definitivo cuando fueron los niños quienes recitaron de memoria el poema.
Ahora estamos con una versión reducida de La canción del pirata de Espronceda, ya saben:

Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela (…)

Deberían recordar porque saber ya lo saben, que en los finales e inicios de año se me suelen formar nebulosas trascendentales en la corteza frontal del cabezón. Todo da vueltas, todo se cuestiona, todo se transforma.
Y en este momento estaba, dando vueltas y vueltas (round and round it goes). A veces bien firme. A veces al borde.
Y entonces me llega Franco, sí, claro, Franco Battiato y su versión de Insieme a te non ci sto più, y TODO cambia.

Insieme a te non ci sto più guardo le nuvole lassù
cercavo in te la tenerezza che non ho
la comprensione che non so trovare in questo mondo stupido.

Quella persona non sei più, quella persona non sei tu
finisce qua chi se ne va che male fà.
Io trascino negli occhi dei torrenti d'acqua chiara dove io berrò.
io cerco boschi per me e vallate col sole più caldo di te.

Insieme a te non ci sto più guardo le nuvole lassù
e quando andrò devi sorridermi se puoi
non sarà facile ma sai si muore un po' per poter vivere.

Arrivederci amore ciao le nubi sono già più in là
finisce qua chi se ne va che male fà.

Absolutamente TODO cambia. Se para. Deja de dar vueltas. Y poco a poco las cosas vuelven a su lugar. O cambian de lugar pero ya no se mueven.
En serio, amigos, abran dos ventanas en su pantalla, en una la canción y en otra la letra con su traducción en español.

Arrivederci, amorI, ciao…